No tengo ni idea si eran las ganas que tenía de que todo saliera bien o eran otros factores los que influian, pero nada más abrir la puerta del coche, el golpe de aire traía consigo un olor, y no me refiero al olor de tierra mojada debido a que horas antes había caído agua en grandes cantidades, era ese tipo de olor que sentimos cuando es verano y somos libres, si, esa es la palabra, libertad.
Muy pocas veces he tenido la sensación de estar parada en un sitio y de repente todo comience a dar vueltas, como cuando te sientas en la tipica silla de oficina con ruedas y das vueltas como una loca. Y si, es genial cuando todo es estático de nuevo y miras algo que te agrada, algo que te hace sentir tranquila pero a la vez nerviosa y con esas cosquillas que tenemos en el estómago cuando nos enamoramos.
Era aquel lugar, aquella puerta azul con ese bonito nombre que tanto se repite en mi cabeza y tan dentro de mi corazón está, aquella que dejaba ver entre sus barrotes el verde cesped tan bien cuidado.
Era aquel lugar, aquella puerta azul con ese bonito nombre que tanto se repite en mi cabeza y tan dentro de mi corazón está, aquella que dejaba ver entre sus barrotes el verde cesped tan bien cuidado.
Cada paso que daba para cruzarla me hacia darme cuenta de que se acercaba la hora de marcharme, aún me esperaba un largo viaje de vuelta, pero eso no lograba acabar con la gran felicidad que sentía estando donde había deseado durante tanto tiempo, en esos campos, paseando por esas calles que prácticamente te han visto crecer..
Además no era un adios, sino un HASTA PRONTO MÓSTOLES.
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